lunes, 3 de enero de 2022

calvo y sexy


he empezado esta tontería en instagram. es una gilipollez como un piano que se me ocurrió hace unas semanas y que probablemente nunca hubiese puesto en marcha porque no termino de verle mayor sentido, pero si al final me he decidido a hacerlo ha sido por las campanadas de cristina pedroche. más que por las campanadas de cristina pedroche, por los comentarios a las campanadas de cristina pedroche y en particular por una conversación con mi hermana el día 1 de enero. según mi hermana, el rapado era fake porque es imposible que una persona con ese pelo decida afeitarse la cabeza.


me cuesta mucho seguir el argumento. entiendo que para alguien que no lo desee perder el pelo pueda ser problemático, pero no alcanzo a entender por qué, para alguien que lo hace voluntariamente, afeitarse la cabeza pueda resultar pérdida alguna.

desde que alcanza mi memoria recuerdo a mi padre calvo, como antes que él lo fue su padre y todos mis tíos varones. también era calvo mi abuelo materno, a quien no llegué a conocer por un par de meses. quiero decir que desde niño tenía bastante asimilado que iba a perder el pelo, lo cual sucedió bastante pronto. me casé a los 28 y en las fotos de la boda aquello ya clareaba de lo lindo. 



me fastidia que me dé el sol en verano y asumo los chistecillos con resignación, dependiendo de quién vengan me joden más o menos, pero ahí acaba la cosa. ¿preferiría tener pelo? pues sí, entre tenerlo y no tenerlo, claro. pero nunca he usado productos pretendidamente fortalecedores del cabello, ni se me ha pasado por la cabeza si quiera. de peluquines, injertos o trasplantes para qué hablar. incluso me resulta algo cómico lo de la gente que viaja a turquía. allá cada uno, por supuesto. hace un par de años javier molina publicaba en el confidencial que ya era un business con previsión de llegar a facturar unos 25.000 millones de dólares en 2024. tela.

en las primeras páginas de queridos niños, la última novela de david trueba, se lee esto:

Estar gordo es rebelarse contra el futuro flaco que nos espera. Un futuro en chándal. También llevo gafas, ahora que tantos andan operándose las dioptrías. Y no me importó quedarme algo calvo, esas entradas que me han ampliado la frente como se amplían las pistas de un aeropuerto. La última vez que volé desde Estambul el avión venía repleto de tipos con la cabeza regada de pelos recién implantados y sus calvas, que tanto les avergonzaban, cubiertas de alcohol yodado. En el futuro no habrá calvos, pensé. Estará prohibido tener defectos físicos. Ser guapo será un derecho humano que se exigirá en masivas manifestaciones frente a la sede del gobierno. ¡Todos somos guapos! Je suis Brad Pitt! Esa es nuestra democracia de foto retocada, de filtro embellecedor, de serie juvenil.  

me hace mucha risa eso de formar parte de una especie en extinción. en realidad, la alopecia, la propia y la ajena, me parecen algo bastante anecdótico. pero en el fondo de todo esto, de la conversación con mi hermana, de los viajes a turquía, late un tema esencial de nuestro tiempo y nuestra cultura: la relación con el propio cuerpo, la consideración de ese cuerpo como sujeto político y en último término el debate omnívoro de la identidad. no se está calvo, se es calvo

dos personas radicalmente alejadas una de otra, la fotógrafa isabel muñoz y mi madre, me dijeron una vez que al cuerpo (propio) no había que escucharle demasiado. pues eso.

isabel muñoz. masa. 1999



por cierto, la frase que he utilizado en la descripción, "dios hizo unas cuantas cabezas perfectas, el resto las cubrió de pelo", me la dio tiempo ha félix cerezo, uno de los mejores periodistas de motor de españa, trabajador infatigable y orgulloso portador de una luminosa, venerable y muy sexy calva.